Con sus largas piernas cruzadas y zapatos de tacón con diseño de piel de leopardo, la diva barbuda de expresivos ojos castaños se reclina y suelta una risa profunda cuando se le pregunta qué ha cambiado para ella desde que ganó el mayor concurso de entretenimiento europeo hace casi un año.
“Vivo mi sueño”, respondió Conchita Wurst a Associated Press en una entrevista. “Todo quedó en su lugar para mí”.
“Todo” podría ser una palabra muy grande. Pero para la drag queen, que hizo un viaje de descubrimiento personal desde una pequeña ciudad austriaca envuelta en prejuicios a su emocionada victoria en el concurso de canción Eurovision 2014, los últimos meses parecen confirmar que su camino, aunque no siempre resultara fácil, era el adecuado.
Ahora se codea con iconos de la moda como Jean-Paul Gaultier y Karl Lagerfeld y agota las entradas en conciertos por toda Europa. Sus apariciones en programas de conversación de la radio austriaca atraen llamadas incluso de California.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, le presentó sus respetos. Se ha dirigido al parlamento Europeo para abogar por los derechos de homosexuales, bisexuales y transexuales, y su biografía acaba de salir a la venta en alemán antes de ser traducida a otros idiomas.
Hace menos de un año, unos 15.000 rusos exigieron que la televisora estatal eliminara Eurovision de su programación por Wurst, acusando a los “liberales europeos” de someter a sus hijos a un “caldo de cultivo para la sodomía”.
Los grupos de odio siguen existiendo, pero Wurst dice que también hay cada vez más fans rusos “increíbles” que presionan para que su biografía se publique en Rusia.
“Hace años tomé la decisión de no centrarme en la negatividad”, dijo. Y desde su triunfo, “muchas personas me dijeron que habían cambiado de opinión sobre mí, se habían inspirado, lo que es abrumador para mí”.
Con su blusa fucsia y su falda verde perfectamente combinadas con el maquillaje, Wurst se vía como si nunca hubiera sido más que la identidad que la hizo famosa.
Pero aunque diga que ahora es inmune al odio, no fue siempre así.
Nació hace 25 años como Tom Neuwirth, hijo de los dueños de una pensión. Wurst creció en la tranquila ciudad austriaca de Bad Mittendorf, donde los valores tradicionales eran la norma. No era un lugar muy cómodo para alguien que era diferente desde su infancia.
“Estaba siempre estresada, era objeto de miradas de desdén de mis compañeros de clase y de sus burlas”, recuerda en su libro “Ich, Conchita” (“Yo, Conchita”). Las visitas a los servicios en la escuela se volvieron una pesadilla, porque sus compañeros querían saber “si el rarito se ve diferente”. Y “cada mañana cuando pensaba en la escuela, se me revolvía el estómago”.
Wurst salió del armario a los 17 años. Pero en lugar de ser una liberación, su declaración fue mal recibida en su familia, al menos al principio.
Aunque sus padres podían sospechar su orientación sexual, señaló, para ellos el choque “no fue el hecho de que soy homosexual, sino que una semana más tarde saldrá un periódico y todo el mundo lo sabrá” debido a una entrevista en la que habían preguntado sobre la cuestión.
Ocho años más tarde, considera ese momento “uno de los más importantes de mi vida (…) ese segundo donde decidí ser yo misma al 100%”.
La canción que le dio la victoria, “Rise Like a Phoenix”, describe en gran parte su transformación, desde un joven herido por las bromas de sus pares a alguien que dice sentirse totalmente cómoda siendo tanto Wurst como Neuwirth.
Sin embargo, recomendó a los demás que pensaran mucho en cuándo y cómo seguir su ejemplo.
“Tan sólo tómense su tiempo”, dijo en un inglés casi perfecto.