Hidalgo Sport. EFE.- Acostumbrado a destrozar récords, a acumular títulos como si no costara, a doblegar rivales en las finales con facilidad pasmosa, el Barcelona necesitó esta vez remontar el 2-0 de San Siro y golear al Milan en el Camp Nou (4-0) para seguir vivo en la UEFA Champions League, una gesta que este equipo aun no tenía en su repertorio.
Xavi ya dijo hace unos días que este equipo, esta fantástica generación de futbolistas que pasará a la historia no solo por todo lo que ha ganado sino por cómo lo ha ganado, quizá necesitaba una remontada épica como la de esta noche para ser eterno.
Y lo logró de la mano del mejor Messi y ofreciendo todas las virtudes del decálogo futbolístico que le ha hecho grande y que parecía haber dejado olvidado en algún lugar remoto estas últimas semanas.
El Barça se encontró con el guión de partido soñado: con un público entregado mucho antes del inicio del choque, los jugadores enchufados desde el primer minuto y un gol en la primera ocasión de que dispuso.
A los cinco minutos, Messi y Xavi abrían el camino de la remontada al fabricar una pared en la frontal del área que acabó con una rosca del argentino a la escuadra que dejó clavado a Abbiati.
Los azulgranas golpeaban primero y el Milan le costó levantarse. El remate en semifallo de El Shaarawy, instantes después del 1-0 y que acabó mansamente en las manos de Valdés, pareció un mero accidente.
El Barça jugaba con intensidad y presionaba con hambre voraz. Al equipo italiano le duraba el balón un suspiro. Mexes y Zapata se multiplicaban achicando balones desde el eje de la zaga. Y hasta El Shaarawy bajaba a ayudar a Constant para tapar las internadas de Alves, una imagen ya vista en el Camp Nou con ‘cracks’ como Rooney o Drogba en otras eliminatorias de Champions.
Antes del cuarto de hora, Iniesta y Xavi ya habían puesto en serios problemas a Abbiati con dos tiros envenenados y Pedro había sufrido un posible penalti de Abate.
El Barça, casi con el mismo once que en la final de Wembley de hace dos años -Jordi Alba ocupó el puesto de Abidal-, con Alves prácticamente de extremo, Villa jugando de ‘9’ y Messi en la media punta había recuperado su mejor versión, pero el segundo gol no llegaba y pareció tomarse un respiro.
El equipo de Massimiliano Allegri lo aprovechó para recomponerse e intentar buscar fortuna en alguna tímida contra de El Sharaawy. Sin embargo, la jugada clave del partido no tuvo como protagonista al Faraón, sino a su compañero Niang.
El sustituto del lesionado Pazzini se llevó un balón aéreo después de que Mascherano midiera mal el despeje y se plantó solo ante Valdés, pero acabó estrellando en un poste la oportunidad de haber dejado sentenciada la eliminatoria.
En la jugada siguiente, Iniesta robó un balón para asistir a Messi, que marcó, de disparo raso, el 2-0 a falta de seis minutos para el descanso. El Barça se fue al vestuario con la eliminatoria igualada y la sensación de que, encima, no le abandonaría la suerte de los campeones.
El Milan salió algo más ambicioso tras la reanudación y lo pagó caro. Porque los de Jordi Roura encontraron más espacios para acercarse a las inmediaciones de Abbiati.
Jaleado por un Camp Nou entregado, el Barcelona olió la sangre y se fue a por el tercero. Una pérdida de balón rossonera, el enésimo robo de Mascherano, acabó en las botas de Xavi, que cedió para que Villa definiera magistralmente el tercero. Aun quedaban 35 minutos para el final del partido y, aunque un gol clasificaba al conjunto transalpino, éste parecía herido de muerte.
Los locales pusieron entonces la pausa al partido y dejaron que languideciese hasta que el Milan despertó en los últimos diez minutos de la mano de Bojan y Robinho, que entraron en la recta final del choque para revitalizar el ataque visitante.
Fue un acoso tosco el de los italianos, sin poner en verdaderos apuros a Valdés, pero asfixiando una y otra vez la salida del balón azulgrana y obligando a multiplicarse a los locales -Messi el primero- para defender el resultado hasta perder el resuello.
La tensión de la grada se mascaba en cada llegada milanista, pero se convirtió en felicidad desbordada cuando Jordi Alba, en el tiempo añadido, sentenció en una contra.
Un epílogo inmejorable que devolvía al Milan aquel 4-0 de la final de la UEFA Champions League Atenas’94 y que convierte en eterno al Barça de Messi, Xavi, Iniesta y compañía, quienes ya tienen su “noche mágica”.