Hidalgo Sport. Foto: Irving Lozada.- Alam González Hernández, un jovencito que aceptó de gran manera su cambio de vida, describe en su propia y admirable redacción su historia que lo coloca como un ejemplo, que servirá de motivación para sus compañeros que sufren alguna discapacidad y para los “normales”, que se quejan de su “mala suerte”.
Nuestro personaje, inicia a partir de hoy una etapa más de su vida, complementando sus estudios de psicología y la práctica del deporte, como colaborador de Hidalgo Sport, gracias a su facilidad para escribir y que también pudiera convertirlo como un redactor profesional, donde debuta con su propia historia que dice así:
A mis 18 años podía decirse que era un chavo “normal”. Mi familia era parte importante de mi vida, me encantaba estar con mis amigos, la escuela no era mi fuerte, y seguía mi loco y complicado sueño de ser futbolista.
Hasta que llegó un accidente que cambió mi vida para siempre…
El primero de julio de 2010 parecía un día común y corriente. Parecía que mi vida empezaba a tomar un buen curso, había acreditado mi examen de ingreso a la universidad, tenía una novia que me hacía muy feliz, estaba por empezar la temporada de fútbol, donde parecía que sería un buen año en tercera división con los Halcones del Itla.
Después de ir a jugar fútbol rápido con mis amigos, decidimos ir al antro Vogga un rato, a distraernos. Después de estar unas horas, nos aburrimos y decidimos irnos a cenar y a descansar.
Es curiosa la forma en que pasan las cosas. El famoso “cuando te toca, aunque te quites; y cuando no te toca, aunque te pongas”. Esa noche yo pensaba irme en el coche de mi primo, pero en el último momento decidí irme con otros dos amigos.
Salimos del estacionamiento haciéndonos bromas y riendo, pero al dar la vuelta en una esquina hacia el Río de las Avenidas, realmente mi vida dio un “vuelco”.
Una camioneta salió velozmente hacia nosotros y al intentar esquivarla perdimos el control del carro, cayendo hacia Construplaza y cayendo 4 o 5 metros hasta el suelo. El auto dio vueltas hasta que por fin se detuvo.
Cuando reaccioné solo notaba mucho dolor, parecía que mi espalda estaba partida en dos, mi cuerpo estaba en una posición muy rara e incómoda, no podía moverme, y aunque pudiera el dolor no me lo permitiría. Solo podía pensar en que tal vez sería mi última noche.
Mis amigos lograron salirse del carro, pero yo estaba atrapado. Les dije que llamaran a mis papás y a una ambulancia, que no estaba bien. Mientras, esperábamos, recuerdo haber hablado con mi mejor amigo, mi hermano, Michel. Le dije que me disculpara, pero que no podía más, que sentía que me iba. Y las palabras con las que respondió hasta ahora marcan mi vida: “¡Esta es una final y la vamos a ganar. No hay que darse por vencido hasta que acabe!”
Con mucho dolor y grandes esfuerzos, lograron sacarme del auto. Me llevaron al hospital donde todo se volvió borroso, debido a tantos medicamentos, sedantes y analgésicos. Solo supe que mi diagnostico era que mi columna vertebral había tenido fracturas y luxaciones.
Después fui trasladado al hospital Magdalena de las Salinas en la Ciudad de México. Me operaron con éxito, restaurando mi columna y colocando unas barras de titanio para alinearla. Y después de mi operación llegó el momento más difícil de mi vida. La plática con el médico.
Yo tenía muchas esperanzas, quería regresar a mi vida normal lo más pronto posible, no me imaginaba que estaba lejos de eso.
Mientras me llevaban a un estudio, tuve la oportunidad de hablar con mi médico tratante y con todo mi optimismo y esperanza le pregunté si algún día podría caminar otra vez. Solo dijo que lo más probable era que no.
Mi mundo se derrumbaba, mi papá estaba a mi lado, acariciando mi cabeza mientras me decía que todo estaría bien, que no pasaba nada. ¿Cómo hacerle caso si su voz cortada y llorosa me decía lo contrario?
Lloré por horas hasta que me cansé. Seguía dándole vueltas en mi cabeza a las palabras que me habían cambiado la vida. No volvería a caminar. Y entonces llegó a mi mente. Es mi final y no me daré por vencido hasta que se acabe.
Comencé a imaginar mi nueva vida. Estar en una silla de ruedas no me iba a detener. Lo primero era sonreír a la vida, disfrutar cada momento y todo lo sencillo, pero lindo de la vida. Lo segundo era aprovechar lo que conservé, mi mente y mis brazos. Y finalmente hacer deporte; siempre admire a los deportistas paralímpicos y era una oportunidad excelente para no rendirme.
Mi siguiente reto fue un hospital de rehabilitación, en el cual regresé a mis primeros años de vida, aprendí a comer solo, a vestirme, a sentarme, a bañarme y a usar mi nueva herramienta para enfrentar la vida, mi silla de ruedas.
Fue muy difícil aprender a sortear todos los obstáculos que hay en la vida diaria, escaleras, banquetas, rampas mal hechas, etc. Pero lo conseguí después de 2 meses, gracias a mis terapeutas y los compañeros que estaban en las mismas condiciones que yo.
La siguiente dificultad fue enfrentarme a mi nueva vida. Regresar a mi casa y hacerle frente a todo lo nuevo. Acostumbrarme a las miradas indiscretas en las plazas, tratar de cambiar la mala educación de la sociedad en cuanto a los lugares de estacionamiento o hacerle ver a mi familia que el tener una discapacidad no me hacia inútil.
Después de unos meses tratando de hacer una vida lo más normal e independiente posible, apareció una persona increíble que le dio un nuevo rumbo a mi vida. La presidente de la Asociación de Deporte Sobre Silla de Ruedas. Irma Martínez Campero.
Ella me invitó a practicar alguna actividad y con el tiempo llegar a una competencia. Todo parecía demasiado difícil, pero emocionante a la vez. Y emprendí una nueva aventura, el tenis de mesa, un deporte que jamás había visto, pero que desde el primer minuto me enamoro y apasionó.
Después de algunos meses practicando, que para mi eran pocos, llegó mi primer competencia oficial. La Paralimpiada Nacional Juvenil 2011. Y aunque yo no tenía idea de la magnitud de este evento, logré enfrentar a cada rival con el apoyo incondicional de mis padres, mi novia, mi hermano, mis abuelos y algunos tíos.
Todo fue muy rápido, cuando me di cuenta ya estaba en la final, a un paso de ser el mejor tenismesista joven. Desafortunadamente mi falta de experiencia pasó factura y terminé perdiendo dos finales en contra del mismo jugador de Nuevo León.
Estando en el podio, recibiendo dos medallas de plata, me di cuenta que ahora yo era una de esas personas increíbles, que siempre admire, que se sobreponen a las adversidades por la simple satisfacción de dar un ejemplo de vida.
Mi carrera deportiva siguió, logrando competir en los Juegos Deportivos Nacionales Sobre Silla de Ruedas 2011. Conseguí quedarme a un pasito del podio con un cuarto lugar individual y cuarto lugar en equipos, logro importante por ser mi primer evento con mayores. Una satisfacción increíble recorrió mi cuerpo al saber que compartía con atletas que yo siempre admiré y solo veía en los periódicos o la televisión.
Seguí tratando de avanzar día con día en mis actividades, ya fueran las terapias, mi independencia o el deporte. Y después de mucho esfuerzo regresé a la Paralimpiada Nacional 2012. Buscando superar lo hecho el año anterior. Logré repetir mis dos medallas de plata, pero con un sentimiento de mayor satisfacción al ver mi gran avance en tan poco tiempo.
Estoy muy lejos de ese chavo “normal” de 18 años. Ahora tengo nuevos retos enfrente. Iniciar mi carrera universitaria, la licenciatura en Psicología. Además de seguirme afianzando como un atleta importante en el deporte adaptado hidalguense. Esto me trae nuevos sueños y nuevas metas. Y sé que haré todo lo posible por cumplirlos. Porque esta es mi final. Y no me daré por vencido hasta que acabe.
oralessss¡¡¡ tu no terminas de sorprenderme¡¡
ke gustote el haber podido conocerte ehhh¡¡
tk muchachote¡¡
felicidades pues eres un chico muy valioso, con un gran valor humano y un espiritu de lucha increíble, que no se vence ante la adversidad, eres un ejemplo para muchos, entre ellos yo. Te admiro por tu forma de ser y por lo que has logrado en tan poco tiempo.