Hidalgo Sport.- El sol cae a plomo, no sólo se calienta la cabeza y el cuerpo, también arde la impotencia y el desaliento ante las largas horas de espera.
Es la odisea que diariamente enfrentan quienes tienen la penosa necesidad de acudir a alguna de las oficinas que rondan los juzgados familiares, allá, en el sur de la capital hidalguense.
Si se corre con mucha suerte, saldrá la licenciada (x) y escuchará su versión ahí, nuevamente bajo los intensos rayos del sol, de pie, y sin el mínimo respeto a la privacidad, ya que argumentando el tema pandemia, nadie entra a las oficinas.
Los presentes, que por cierto ya suman bastantes, después de las 10 de la mañana, escucharán todo tipo de quejas con diversos temas desde pensión, despojo, despido y custodia, entre otros.
Y no sólo se enteran de todos los casos, sino hasta de las sugerencias de los abogados, que enfadados dan indicaciones.
Lo anterior, si hay suerte, de lo contrario escuchará: “la licenciada está almorzando (perdón, está en audiencia) y hay servicio hasta las cuatro de la tarde, así es que si no se desocupa, tendrá que regresar mañana, sin importar de qué punto del estado vengan.
Este es el trato poco profesional e inhumano que reciben los asistentes, y eso sin profundizar en las semanas, meses y hasta años que llevan sus procesos. Puede ser, en muchos casos, porque se tiene la penosa necesidad de requerir de un servicio “gratuito” a cargo de un defensor de oficio.
Ojalá y las autoridades correspondientes verifiquen las circunstancias en las que se trabaja en estas oficinas, y que aun en semáforo epidemiológico en verde, se expone a la intemperie no sólo la salud física de los asistentes, sino sus quejas y procesos.