*El contexto del siglo XIX generó que sus trabajos se atribuyeran a otra persona
Pachuca de Soto, Hidalgo. – “A finales del siglo XIX prácticamente las mujeres no existían, no se les reconocía de una manera oficial por lo cual, los registros de esa época tienen la gran ausencia de las mujeres”, declaró Elizabeth Chávez Serrano, una de las primeras en egresar de la Maestría en Patrimonio Cultural de México que oferta la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) a través del Instituto de Artes (IA).
Con la tesis “María Guadalupe Suárez y sus vistas arquitectónicas de la Ciudad de México (1880-1883). Activación del patrimonio fotográfico”, la también docente del IA busca rescatar el trabajo de la primera fotógrafa en abrir un estudio fotográfico en la capital mexicana, en 1880.
Chávez Serrano se interesó en el trabajo de Guadalupe Suárez durante su estadía voluntaria en la Fototeca Nacional, donde realizaba textos de divulgación sobre las colecciones con las que cuenta el archivo nacional. Sin embargo, se percató de la falta de información y difusión del trabajo de las fotógrafas mexicanas que vivieron durante finales del siglo XIX y XX en comparación de sus similares masculinos.
Antes del año 2011 solo se conocía una sola fotografía de Suarez Alarid, no obstante, los estudios de Laura Castañeda García de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como del equipo investigativo de Fernando Aguayo, Berenice Valencia y Daniela Carreón, le permitieron ampliar su acervo a 15 imágenes.
Con estos datos algunas de sus imágenes que fueron atribuidas a otros fotógrafos como Alfred Briquet, regresaron a ser parte de su autoría. En su investigación, Chávez integró también al corpus documental una imagen que pertenece a una colección particular, por lo que el acervo de Suárez sigue creciendo y hoy se conocen un total de 17 tomas fotográficas.
Los estudios dejan ver que Suárez Alarid se dedicó a las “vistas”, un género que se encontraba en boga a finales de ese siglo, y que buscó separar a la fotografía de exteriores de las convenciones del género pictórico del paisaje al enfatizar la perspectiva particular de los fotógrafos el cual consiste en imágenes que representa un espacio singular.
Para realizarlas María Guadalupe ocupaba una cámara de fuelle de gran formato para uso de su estudio, que había adaptado al trabajo fuera de su gabinete.
Se imprimían en papel delgado y eran montadas sobre un cartón que era adornado con litografía en los laterales con los datos del estudio y la fotógrafa o fotógrafo, pero lo que diferenció el trabajo de Suárez fue el recorte de las esquinas de sus “vistas”, porque al realizar la foto una de estas esquinas quedaba sin imagen al tener que sostenerla durante el proceso.
En cuanto a la composición, resaltan sus encuadres cerrados que enfatizan la monumentalidad de los edificios retratados, así como las aberraciones en las líneas verticales de los mismos, debido a que la óptica que utilizó no era apta para exteriores.
Para Elizabeth Chávez Serrano, la cultura androcéntrica de la época fue un factor determinante para que el trabajo de Suárez Alarid no fuera conocido hasta hace poco. Durante muchos años fue considerada como un hombre debido a que el oficio era asociado al género masculino y su nombre era común entre los varones.
Asimismo, las leyes mexicanas no reconocían a las mujeres como seres capaces de realizar tratos comerciales por ellas mismas hasta que cumplieran los 30 años, por lo cual, la fotógrafa tuvo que recurrir a un abogado para que fungiera como su curador legal, lo que desembocó en que en los registros apareciera el nombre de Jesús Álvarez Leal, quien la representó, y no de la propia María Guadalupe Suarez Alarid.
“Ella tenía la firme intención de ser reconocida, no solo se dedicó a la realización de sus fotografías, fue editora de las misas y propietaria de su estudio… yo creo que era el único lugar en el que podía hacerlo, fue un método para resarcir el hecho de haber sido representada por un hombre”, resaltó Chávez Serrano sobre la triple firma que dejó impresa en sus trabajos la fotógrafa mexicana.
A su vez, Elizabeth Chávez Serrano enfatizó que su caso no es aislado y a futuro está interesada en continuar sus investigaciones sobre la educación de las mujeres en el arte de finales del siglo XIX.
Finalmente, quien además es la primera mujer en graduarse del programa de maestría que ofrece el Instituto de Artes desea continuar los estudios sobre la genealogía de María Guadalupe Suarez López, quien murió a los 35 años de edad, con la esperanza de recobrar parte de sus memorias y trabajos para darlos a conocer.