Hidalgo Sport. Mediotiempo.- El 20 de febrero de 1993, Julio César Chávez haría historia, no solo en México sino en todo el mundo al llenar el majestuoso Estadio Azteca con más de 100 mil personas para ver su pelea ante el norteamericano Greg Haugen.
Sin embargo hay una historia aún más increíble de aquella noche, y es que uno de los capos de la mafia mexicana acompañó al Campeón en su caminata al ring y fue visto a nivel nacional, cuando era uno de los hombres más buscados del país.
Se trata de Francisco Arellano Félix, quien junto a varios de sus hermanos fundara el Cartel de Tijuana, organización fuerte dentro de la delincuencia organizada en México desde inicio de los años 80 y que tuviera un fuerte lazo de amistad con el ídolo del boxeo mexicano.
En algún pasaje del libro de J. C. Chávez y su hermano Rafael “La Verdadera Historia”, detallan cómo se dio aquella osadía de Francisco de salir a la luz pública, a pesar de ser buscado por las autoridades. Sabiendo de la multitud de gente que se había dado cita al Coloso de Santa Úrsula y con su gran amigo a punto de hacer historia arriba del ring, el narcotraficante se puso una peluca, se calzó una de las clásicas bandas para la cabeza de Chávez y salió junto con un séquito de 18-20 personas para hacer aquella eterna caminata rumbo al cuadrilátero, mientras sonaba “México Lindo y Querido” de fondo.
“Pancho (Arellano Félix) ya tenía problemas con la justicia y venía en la bola con nosotros, vestido de etiqueta y con una peluca; no le importó ser visto en televisión a nivel mundial al lado del campeón. Del vestidor al túnel recorrimos aproximadamente diez minutos caminando”, cuenta el exboxeador.
Una vez que empezó la ceremonia de los himnos, la figura de “El Menso” como lo apodaban, se perdió entre los miles de asistentes a la pelea, el mismo Chávez desconoce que pasó con él en ese tiempo. 10 meses después, en diciembre de 1993, Pancho sería arrestado en Tijuana, fue sentenciado a 10 años de prisión y al salir intentó hacer una vida fuera de la mafia en Los Cabos.
En 2013 fue asesinado en su fiesta de cumpleaños por una persona disfrazada de payaso. En el libro, Julio César Chávez cuenta que antes de esa noche en el Azteca, ya había conocido a Francisco Arellano Félix y a algunos de sus hermanos, incluso peleó en varias ocasiones en la discoteca Frankie de Mazatlán, Sinaloa, de la cual era dueño.
“Pancho Arellano. Era un empresario de Mazatlán, no tenía negocio con el narcotráfico de manera directa. Lo que quiero decir es que no traficaba con droga, ni tampoco era identificado como un capo de la mafia.
Era visto como un hombre de negocios prolífico, incluso recibió reconocimientos de distintas cámaras empresariales por los espectáculos que presentaba en Mazatlán con los cantantes del momento.
La gente lo quería mucho por lo que yo me pude dar cuenta, pues le ayudé a armar la función donde pelearía mi hermano. Recuerdo que Pancho Arellano manejaba un automóvil blindado marca Cougar, de la Ford, con un teléfono integrado (en esos tiempos casi nadie portaba un teléfono en su automóvil).
Nunca estaba solo, siempre se le veía acompañado por lo menos con dos escoltas. Yo no me chupaba el dedo y sospechaba que quizás estaba lavando dinero o tal vez sus hermanos le proporcionaban tal seguridad para su protección por llevar el apellido Arellano Félix”.