Por: Olga León Téllez
Hace 68 años nació en San Guillermo, La Reforma, Eduardo Reséndiz Martínez. Su Historia de Vida, la que comparte este día con Hidalgo Sport, forma parte del misterio que envuelve a una ciudad como Pachuca, minera, tradicional, con valores y enigmas y que gracias a la lucha libre lo convierten en un personaje icónico, una leyenda viviente que merece pleitesía, un significado de orgullo y gratitud por la vida.
Más de 40 años dedicado a este deporte son evidencias de su tenacidad, pero también una muestra de la modestia y humildad que caracteriza a este ser humano ejemplar, que sostiene como estandarte el valor y respeto hacia la familia.
SURGE LALO GUERRA
Con apenas 17 años de edad, impulsado por las condiciones propias de su época, con sed de superación y triunfo, Eduardo entra a trabajar a la desaparecida Compañía Real del Monte y Pachuca.
Sus primeras herramientas, una pala y un pico, lo condujeron al Centro Social Deportivo Minero, ya que ejercitarse y practicar deporte era un requisito que reforzaba la actividad laboral.
Gracias a esa disposición y bajo la influencia de dos reconocidos promotores, Valente Aldana y Domingo Bustamante, Eduardo empieza jugando futbol y frontón, pero su cercanía con el vocal de lucha libre “El Perro” González, fue fundamental para que definiera su futuro deportivo: Practicar la Lucha Libre.
Ya estaba en el escenario correcto, pero como lo observaba en la televisión, buscaría un nombre para su carrera, muy a pesar de la preocupación de su madre, que a pesar de todo lo apoyó incondicionalmente.
“Fue así que viendo la película Quinto Patio, con el grandioso Rogelio Guerra, decidí tomar prestado su apellido y surgió “Lalo Guerra”, mi identidad sobre el cuadrilátero”, comenta con singular alegría.
RECONOCIMIENTO AL GREMIO
“En aquella época tenía mucho mérito el trabajo de los luchadores, esas grandes batallas a nivel de piso, ese respeto por la afición, la variedad de llaveo, la exigencia, disciplina y motivación, una entrega absoluta pues era el único camino para trascender, por eso agradezco y reconozco la valía de los gladiadores Pachuqueños”, refiere.
Justo en ese momento recuerda con especial cariño el impulso de personajes como Troglodita Flores y Raff García, entre otros: “ellos ya eran grandes cuando yo inicié”, recalca, y con orgullo comenta que después de dos años de fogueo, en Tulancingo, inicia su carrera profesional.
LA GRAN OPORTUNIDAD
“Lalo Guerra” es reconocido como El Chaparrito de Oro, pues a pesar de su estatura, entre cuerdas y cuadriláteros lucía enorme al lado de luchadores robustos y altos.
Tuvo la oportunidad de ingresar a la Fraternidad de El Santo, en la Ciudad de México, significando la llave que le abriría muchas puertas para consolidar su fructífera trayectoria.
Combinaba el deporte con el trabajo, era inquieto y entusiasta, recibiendo un sabio consejo de Gran Marcus, de nunca abandonar su trabajo y así lo cumplió, pues inició ganando 6 pesos por función y asegura que en aquella época la lucha libre no daba para vivir decorosamente.
En éste rubro asegura que es muy cara la vestimenta para practicar su deporte, y que en familia diseñaba sus trajes, botines y todo lo que requería.
GRANDES SATISFACCIONES
“Lalo Guerra” recuerda con añoranza grandes satisfacciones como haber alternado con el inolvidable enmascarado de Plata, El Santo; cuando en Tula, al finalizar aguerrido duelo, su rival El Indio Gerónimo, que ya era consagrado, le reconoció su entrega y respeto por ésta profesión.
Así transcurría la carrera deportiva de “Lalo Guerra”, a veces como técnico, en otras como rudo, en ocasiones tirando máscaras y cabelleras, en otras perdiendo, incluso en una época luchó enmascarado como Spaidermans al lado de Lalo Montenegro, y después como Arañas Rojas.
De esta manera se tejen las historias de los grandes gladiadores, se gana un respeto en la memoria de los aficionados que hasta la fecha le reconocen su esfuerzo y perseverancia, lo saludan y lo reconocen aunque asegura que sólo los verdaderos amigos permanecen cerca de él, pero son muy pocos.
Máscaras, reconocimientos, diplomas, trofeos, forman el rincón predilecto de Eduardo Resendiz, ese que le rememora mágicos, únicos e irrepetibles recuerdos, que lo fortalecen y lo mantienen en plenas condiciones físicas y mentales y con la satisfacción de haber recorrido gran parte del país.
Entre otros de sus logros, comenta que fue campeón estatal en peso ligero tras ganar a Puños de Roca y fue secretario de organización y actas del sindicato de Luchadores, sección Tres.
SUPER GOTÍN
Desde hace 35 años, Eduardo es empleado en la Comisión de Agua, en Pachuca, y dio vida a otro personaje que ha dejado huella en los escenarios, Super Gotín, que le permitió conocer a grandes figuras como Tinieblas, Los Brazos, Carloff Lagarde, otro destacado pachuqueño que fue su inspiración, Negro Navarro, André “El Gigante”, Blue Demon, en fin, se ha codeado con la crema y nata de la Lucha Libre Nacional.
ABAJO DEL RING
Pero el premio mayor para “Lalo Guerra”, fue que gracias a la Lucha Libre, hace 48 años conoció a su esposa Elena Hernández González, quien pasó de ser su fan, a madre de sus hijos, Dora Inés, Claudia Paz, Hilda Luz, María Elena, Norma Fabiola y Jesús Eduardo, todos amantes de este deporte y consumados profesionistas.
Es abuelo de 10 nietos, es hogareño, su familia es tradicional, con valores y costumbres, nunca pierde la fe y cree en dios, disfruta de la música romántica, la mexicana y de banda, es agradable, con buen sentido del humor y excelente conversador.
Agradece que a sus hijos les agrade este deporte, su hija Doris fue reina de la lucha libre y su hijo Eduardo practica lucha libre, primero como Kriptón después como Malandro.
DIGNIDAD, CONCIENCIA Y RETIRO
Hace ocho años “Lalo Guerra” decidió decir adiós a cuarenta años como luchador y cuatro como réferi, admite que las condiciones físicas disminuyen y deben dar paso a las nuevas generaciones, además de que sufrió graves lesiones en codo, rodilla y columna, así que con dignidad y respeto se aleja, agradecido con lo que la Lucha Libre le brindó.
LUCHA MODERNA
Eduardo Resendiz Martínez, bajo el personaje de Lalo Guerra, confiesa que aunque está de acuerdo con la evolución, no le agrada la lucha libre aérea, ya que la considera muy peligrosa y no hay organizaciones que protejan la salud de los luchadores.
Aunque necesario, ve exagerado el mundo de la mercadotecnia y muchas prácticas que han llegado a desvirtuar la real esencia de la lucha libre, pero la que él conoció, la que mantenía en comunión al público con el luchador, con mutuo respeto y admiración.
UN PENDIENTE
Nuestro entrevistado sólo tiene un pendiente deportivo, poder compartir y transmitir sus experiencias y conocimientos a las nuevas generaciones de luchadores, primordialmente en la colonia 11 de Julio, su sitio de residencia.
Para ello, espera con fe y esperanza que pronto se volverá a la nueva normalidad, esa que por exigencia impuso una inesperada contingencia sanitaria, situación que el respeta, pero tiene la firme convicción de que se recobrarán valores y conciencias para un mundo mejor.
EL DATO
La Arena Afición no sólo significa para “Lalo Guerra” la catedral de la Lucha Libre, sino el mágico escenario que tantas oportunidades le brindó y cuenta entre sus verdaderos amigos al licenciado Viornery, gran impulsor de este deporte.
LO CURIOSO
Aunque los golpes son la característica de la Lucha Libre, Guerra disfruta cada recuerdo, lo rememora con entusiasmo y especial gratitud, ganó y perdió, rapó y lo raparon, quitó y perdió máscaras, pero ante todo es un personaje que dignifica a la auténtica lucha libre
El es Eduardo Resendiz Martínez, “Lalo Guerra”, el Chaparrito de Oro, un personaje que merece más que éste sencillo reconocimiento. Un testimonio de disciplina, esfuerzo y sacrificio para las nuevas generaciones que desean ser exitosos en la vida.