Hidalgo Sport.- Los XIX Juegos Olímpicos, que se realizaron en México, del 12 al 27 de octubre de 1968, significaron la entrada a la modernidad para estas justas deportivas, al ser los primeros en trasmitirse por televisión vía satélite a todo el mundo y ser los primeros en utilizar sistemas eléctricos para calificar las competencias, como el cronómetro fotográfico, ahora conocido como foto finish, un gran avance en la precisión de la toma de tiempos.
México 68 fue la primera cita olímpica que se llevó a cabo en Latinoamérica, la primera en un país hispanohablante y además la primera en una nación en vías de desarrollo y en la que, también por primera ocasión, una mujer encendió el pebetero, honor que correspondió a Enriqueta Basilio, competidora de atletismo en la prueba de relevos 400 metros planos y en los 80 metros con vallas.
También por primera vez se realizaron pruebas antidoping y se utilizó una pista de tartán (material sintético poroso, que favorece la absorción del impacto al correr) para las pruebas de atletismo. Antes, las pistas de atletismo eran hechas a base de una combinación de ceniza y tierra.
En los Juegos Olímpicos México 68 compitieron 5 mil 516 atletas (4 mil 735 hombres y 781 mujeres) de 112 países y se rompieron 23 récords olímpicos, con el respaldo de los primeros sistemas electrónicos para calificar pruebas y publicar resultados oficiales, en deportes como el atletismo, ciclismo, remo, canotaje, natación y competencias ecuestres, en lugar de hacerlo de manera manual, como hasta entonces. De esta forma, la transmisión de resultados a la prensa y al mundo entero fue más confiable y eficiente.
En las competencias, por primera ocasión se rompió la barrera de los 10 segundos en los 100 metros planos para hombres, proeza que logró el estadounidense James Hines, quien detuvo el cronómetro en 9 segundos, 90 centésimas, para implantar récord olímpico y mundial.
En México se presentó una nueva técnica en el salto de altura, que cambió la manera de saltar y perdura hasta nuestros días, con el atleta estadounidense Dick Fosbury, quien corría hacia el listón (ahora se emplea una barra), levantaba su brazo derecho y saltaba de espaldas al colchón; con esta innovadora práctica ganó la medalla de oro, estableció récord olímpico en 2.24 metros y su técnica fue imitada por otros saltadores.
Otra hazaña que se grabó en estos Juegos Olímpicos fue en la prueba de salto de longitud, en la que el estadounidense Bob Beamon ganó la medalla áurea, imponiendo récord mundial y olímpico con 8.90 metros, marca que superó el récord vigente hasta entonces, por casi medio metro. Su marca perduró como récord mundial por 22 años.
México logra su mejor actuación histórica
La selección de México aprovechó la localía y consiguió su mejor actuación histórica hasta la fecha, tras conquistar nueve medallas: tres de oro, tres de plata y tres de bronce.
La más recordada quizá, es la presea dorada que logró Felipe Muñoz Kapamas, primera medalla de oro olímpica para México. Fue el 22 de octubre de 1968, cuando con tan solo 17 años de edad, el joven nadador conocido como “El Tibio Muñoz”, venció al favorito de la prueba de 200 metros pecho, el ruso Vladimir Kosinsky, con lo que se adjudicó la única insignia áurea olímpica que nuestro país ha ganado en natación.
Los otros metales dorados fueron en la disciplina de boxeo con Ricardo Delgado Nogales, categoría 48-51 kilogramos, y Antonio Roldán Reyna, en 54-57 kilogramos.
Las medallas de plata fueron para José Pedraza Zúñiga, en caminata 20 km; Pilar Roldán Tapia, en esgrima florete individual, quien de esta forma se convirtió también en la primera mujer mexicana en ganar una medalla olímpica, y Álvaro Gaxiola Robles, en clavados plataforma 10 metros.
Los metales de bronce para México se obtuvieron por cuenta de María Teresa Ramírez Gómez, en natación 800 metros estilo libre; Agustín Zaragoza Reyna, en boxeo categoría 71-75 kg y Joaquín Rocha Herrera, en boxeo +81 kg.
La tercera es la vencida
Para llegar a la culminación de este sueño, la Ciudad de México tuvo que postularse en tres ocasiones, hasta lograr ser nombrada sede oficial.
Fue candidata a los Juegos Olímpicos de 1956 y a los de 1960, sin embargo, en ambas ocasiones las candidaturas fracasaron al recibir un mínimo de votos durante la elección, debido a la desconfianza que generaba en el ámbito internacional el otorgar la sede a un país en vías de desarrollo, además de que se pensaba que la altura de la ciudad, a más de 2 mil metros sobre el mar, no permitiría un buen desarrollo de las competencias; pero en 1963, la ciudad por fin fue seleccionada como sede de los Juegos, venciendo a Detroit (Estados Unidos), Lyon (Francia) y Buenos Aires (Argentina).
El nuevo Comité Organizador trabajó desde este momento, de manera conjunta con el Gobierno de México y algunas secretarías de Estado en la organización de los Juegos.
Para el desarrollo de las competencias, se decidió que la mayoría de las instalaciones deportivas se ubicarían en la ciudad, a excepción de cuatro sedes (ubicadas en Acapulco, Guadalajara y Valle de Bravo) y tres estadios de futbol.
Se efectuaron 172 eventos de 20 deportes, 18 deportes olímpicos y dos deportes de demostración. Aunque se prohibió la participación de Sudáfrica por sus políticas racistas, México 68 fue la primera presentación olímpica de naciones como: El Salvador, Honduras, Kuwait y Paraguay, entre otros, que debutaron en los Juegos Olímpicos de Verano.
Sedes heroicas: El legado arquitectónico de los Juegos
La propuesta de sede de México 68 planteó utilizar la infraestructura ya existente, adecuándola a las necesidades de las actividades, pero también se consideró necesario la construcción de nuevas sedes para complementar el proyecto. A seis de estas nuevas sedes se les otorgaron los nombres de los heroicos Niños Héroes:
El Palacio de los Deportes Juan Escutia, que enmarcó las competencias de basquetbol y que sorprendió por su estructura y su tecnología anti-sismos; el Velódromo Olímpico Agustín Melgar para las pruebas de ciclismo pista; la Sala de Armas Fernando Montes de Oca, escenario para las competencias de esgrima; la Alberca Olímpica Francisco Márquez, que albergó las competencias de deportes acuáticos; el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera para las competencias de voleibol y el Polígono Olímpico de Tiro Vicente Suárez, que recibió competencias de tiro y pentatlón moderno.
También se construyeron la Pista Olímpica de Remo y Canotaje Virgilio Uribe, proyectado para ser el canal de remo más grande del mundo y que continúa siendo el centro más importante de remo y canotaje en México, y la Villa Olímpica Libertador Miguel Hidalgo, complejo residencial que fungió como sede para alojar a los distintos atletas de las diferentes delegaciones del mundo.
Además, en esta justa se estrenó el imponente Estadio Azteca, obra del arquitecto y presidente del comité organizador de los Juegos, Pedro Ramírez Vázquez, que se planeó como un proyecto para la candidatura a la sede de la Copa Mundial de Futbol de 1970; sin embargo se le dictaminó como la sede oficial para los eventos de futbol olímpico, al catalogarse como uno de los más grandes de América, con capacidad para más de 95 mil espectadores, lo que representaba un espacio ideal para los eventos del balompié.
Entre la infraestructura ya existente, es importante mencionar al Estadio Olímpico Universitario, inicialmente llamado Estadio de Ciudad Universitaria y conocido también como Estadio México 68, un recinto deportivo multiusos de 1952, perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que es el segundo estadio más grande del país, después del Estadio Azteca, con una capacidad para 72 mil espectadores y fue la sede principal de los Juegos Olímpicos de 1968, al recibir las ceremonias de apertura y clausura, así como las competencias de atletismo.
Iconografía y diseño, legado para el mundo
Otro legado que aportaron los Juegos Olímpicos de México fue la idea de utilizar una iconografía y diseño especial para la justa, algo nunca antes visto. De esta forma, todo el concepto gráfico que se empleó en los XIX Juegos Olímpicos México 68 muestra el espíritu olímpico, plasmado en ingeniosos símbolos gráficos y pictogramas.
México 68 fue la primera vez en que el diseño de imagen abarcó logotipos, señalamientos, publicaciones, ornato urbano y publicidad.
Bajo el eslogan “Todo es posible en la paz”, para cada estadio, sede, souvenir, vestuario y objeto perteneciente a los Juegos, se empleó el logotipo oficial, en el que el nombre de México 68 se entrelazaba con los aros olímpicos, así como los colores oficiales y la paloma de la paz, símbolo de la justa.
La identidad gráfica para el evento empleó una gramática visual comprensible para nacionales y extranjeros, como los pictogramas, que indicaban los deportes y las instalaciones de los distintos encuentros.
Cada pictograma se inspiró en el sistema de comunicación prehispánico constituido por glifos enmarcados en cuadrados con bordes redondeados y en vez de utilizar la representación tradicional del deportista en acción, se mostraba al objeto o medio con los que se realiza cada deporte o actividad cultural.
Para el diseño se recurrió a dos temas fundamentales: la artesanía huichol y el op art (optical art) con esta dualidad de conceptos, se combinó de forma armónica lo tradicional y lo moderno. Este concepto iconográfico marcó el camino que seguirían las sucesivas ediciones olímpicas y formó una parte trascendental del éxito de los Juegos de México.
Olimpiada cultural, celebración al arte
México implementó, de nueva cuenta por primera ocasión, un evento cultural paralelo a los Juegos Olímpicos, que se denominó “Olimpiada Cultural”, en el que participaron 97 países y que se convirtió en una celebración de las diversas ramas del arte, paralela a la realización de las competiciones deportivas.
Este movimiento cultural incluyó muestras de todas las artes y también ciencias, como la espacial, la genética y la biología; la aplicación de la energía nuclear y exposiciones importantes como la Internacional de Artesanado, de Filatelia Olímpica, Ciencias Espaciales, Historia y Arte Olímpicos y Sedes del Deporte y la Cultura, así como publicidad al servicio de la paz.
Se presentaron obras cinematográficas como documentales de Juegos Olímpicos previos, siete grupos teatrales, 27 grupos de danza, 14 orquestas sinfónicas y otras más de cámara o grupos corales y se llevó a cabo un Festival de Pintura Infantil, en el que participaron 160 niños, de 47 países, con su particular concepción de la amistad.
Pero fue el proyecto llamado “La Ruta de la Amistad” el que más perduró y que hasta la fecha forma parte del paisaje urbano de la Ciudad de México. En éste participaron 19 escultores de los cinco continentes, con obras basadas en un ideal de concordia mundial, 18 fueron colocadas en la Avenida Anillo Periférico, que rodea gran parte del Valle de México, mientras que el “Sol Rojo”, de Alexander Calder, se colocó al frente del Estadio Azteca.
El momento cumbre de la Olimpiada Cultural fue la ceremonia que se realizó por la llegada de la antorcha olímpica a Teotihuacán, reviviendo el “Ritual del Fuego Nuevo”, un espectáculo de luz y sonido en el que los reflectores, las antorchas y los fuegos artificiales complementaron las evoluciones de los danzantes.
Las expresiones culturales provenientes de los cinco continentes sorprendieron tanto a los asistentes, que el Comité Olímpico Internacional (COI) hizo un reconocimiento especial a nuestro país, por esta iniciativa.
De esta forma, México demostró al mundo no sólo ser merecedor del nombramiento de sede, sino ser un excelente anfitrión que, a más de 50 años de sus Juegos Olímpicos, sigue vigente en la memoria del mundo deportivo.