Hidalgo Sport. Marca.- De repente apareció. Suele ocurrir en el ámbito doméstico: buscas algo sin encontrarlo hasta que lo encuentras sin buscarlo. Superada de largo la hora de partido, Trippier botó una falta desde el lado derecho y Morata la cabeceó a la red. Gol.
¿Así? ¿Tan sencillo? El personal rojiblanco no sabía si celebrarlo o cuestionarlo, cierto es que Osasuna puso ahí todas las facilidades que no había puesto antes, las que suponen dejar completamente solo en el área al ariete del rival. Dado a la fiesta ya, el Atlético cocinó poco después una delicia, Saúl-Morata, Morata-Correa, Correa-Saúl, para que el 8 encontrara como lateral lo que no había encontrado como centrocampista. Otra diana.
Así que si no quieres caldo, dos tazas, y si no tienes gol, dos goles. El último en el campeonato databa de Granada, aquél que hizo Lodi, así que lo que se vivió ante la tropa rojilla en menos de diez minutos supuso todo un derroche. Antes de eso, por supuesto, tocó penar. Antes de eso Sergio Herrera, portero de profesión. Achicó ante Morata en la primera local, triunfó después en un mano a mano con Joao, reaccionó ante disparos consecutivos de Lemar y Saúl, voló a su escuadra de forma prodigiosa para descolgar ayudándose del larguero un cabezazo de Joao y cerró con otra parada a latigazo de Thomas. Eso, en la primera parte.
Anda Osasuna pendiente de sus guardametas, cuando no cae uno cae otro, pero el que aparece cumple. Lo hizo Juan Pérez ante el Sevilla, lo hizo ayer (hasta que pudo) el de Miranda. El párrafo anterior, en todo caso, exhibe cuánta razón tenía Arrasate en la previa con aquello de que el Atlético genera. Más allá de que gobierne el juego o no, enseguida atendemos a la cuestión, el equipo rojiblanco crea suficientes oportunidades como para mancillar la portería rival siquiera sea una vez. O dos.
Las tienen casi todos, además, pero el que no topa con el de las manoplas la echa directamente fuera, que aún cabe reseñar antes del descanso un disparo de Koke tras arrancada de Thomas.En varias de esas ocasiones había aparecido la zurda de Manu Sánchez, sorpresa del once rojiblanco. En la del travesaño, por ejemplo. Que, a todo esto, vino a la contra tras jugada en el área local de la que la tecnología decidió prescindir a pesar de que Felipe hubiera flirteado con el penalti.
Regresando a lo del canterano, cuentan los que de esto saben que el muchacho funciona mejor hacia arriba que hacia abajo: los 45 minutos de estreno parecieron demostrarlo, más allá de que se ganara atizando la que entonces era única tarjeta del partido.
Porque pitaba Munuera Montero, que no hizo distinciones en su falta de criterio: se hizo tanto el longuis con el jarabe de palo recetado por Osasuna a Joao como con el jarabe de palo recetado por el Atlético a Chimy.
En lo que al juego respecta, que es de lo que menos se termina hablando en el Metropolitano, la escuadra rojilla navegó con cierta comodidad en el empate, después de que Rubén García y Brasanac demostraran de salida que en el otro lado también había portero. La relación de ocasiones apunta hacia el acoso local, pero no era la cosa para tanto. El Atlético es discontinuo, tan capaz de marrar pases de un metro como de diseñar acciones precisas a toda velocidad. El Atlético es extraño, por resumir.
Simeone movió la primera pieza incluyendo a Correa y retirando a Lemar, cuestionado ya hasta cuando dibuja un servicio sensacional para dejar solo a Joao, más que nada porque medio minuto después pierde la fácil, y la segunda tirando de Herrera (su Herrera, entiéndase) por el ya mencionado Manu, que hasta ahí había llegado. Fue poco después cuando llegó el testarazo de Morata, cuando concluyó en fin la resistencia de Herrera (el otro, entiéndase), de modo que el Atlético prescindió del empate por una vez y sin que sirva de precedente. Érase una vez el gol, bonito cuento en clave rojiblanca.