Hidalgo Sport. ESPN.- Héctor Herrera y Rafa Márquez transfiguraron la tragedia en comedia. En seis minutos transformaron la tersura del balón en agudas bayonetas para la aguerrida escuadra charrúa. Veredicto inapelable, aunque cuestionable: México 3-1 Uruguay.
Un México de tres facetas. Notable con once en la cacha. Pusilánime cuando enfrentó a diez uruguayos, y rabioso cuando sufrió la expulsión de Andrés Guardado. Tres caras de un equipo que gana con el sufrimiento en la garganta.
Pero, sin duda, eso dejó el paroxismo como un valor agregado a la satisfacción en el clímax de la afición, que transitó de la euforia, a los soponcios, hasta el éxtasis final. Las sensaciones superan en estremecimientos a los sentidos, si está su Tri de por medio.
Los goles del Tri fueron un acto de traición de Pereira, hasta los acuchillamientos de Márquez y Herrera. Godin, desde la estratosfera de sus estragos, hizo de cabeza el de Uruguay.
De nuevo Osorio jugó al ajedrez. Y jugó al límite. En ese excitante acantilado del riesgo. Pero la victoria lo coloca más como hombre sabio que como hombre necio. El 3-1 lo doctora.
SUFRE URUGUAY…
Mal arrancó la jornada para Uruguay. La logística del estadio de la Universidad de Phoenix le hurtó el himno y utilizó el de Chile.
El segundo ultraje ocurrió en la cancha. Y con el agravante de traición. Servicio por izquierda, Guardado tiene una pierna que compite con el brazo de Carson Palmer. La pelota llega a la cita con Héctor Herrera, tras techar a Chicharito. Pero el puñal de Judas encuentra la enjundia de Pereira, que marca el cuarto autogol de su carrera. 1-0. Minuto 4.
Estalla. Se cimbra. Se colapsa. Microsismos. La tribuna maquillada en verde hace erupción en un alarido prolongado. La esperanza de lo impensable.
Y así como el orfeón magnífico de la euforia estremece el estadio, asimismo, después se equivoca en el abuso de los abusos. Cuando Muslera despeja, la FMF empieza a cerrar las puertas del Estadio Azteca.
En su sentimiento de pertenencia, la afición mexicana marca terreno dando pretextos a FIFA para preparar la horca. El verdugo del grito, será la víctima del mismo grito. El “eeeeeeeh…”, es el kamikaze inconsciente de la afición.
Con el control del Tri, Cavani pone temblorinas entre los mexicanos. Penetra al área. Con todas las ventajas, de esas con las que no perdona un goleador sanguinario como él, dispara potente y abajo. Pero Alfredo Talavera adivina y reacciona. Su rescate del Tri, recibe el más puro de los bautizos de la tribuna: “Portero, portero”.
Después Chicharito tendría una similar. Con las mismas condiciones de Cavani, pero la estrella en la humanidad de una barredora llamada Muslera.
Con los hilos del juego en sus manos, México entra a un terreno minado. Uruguay saca el azadón. Y la primera guadaña que se va al departamento de utilería es la de Vecino. Primero asaltó a Guardado y luego asaltó a Tecatito. La suma de dos amarillas es la resta de todos los minutos. Se gana la roja.
Rotando más la pelota y las posiciones, el Tri se aleja de las provocaciones y de despertar tentaciones en la ansiedad rabiosa de Uruguay.
Con el 1-0 se van al descanso. México repasará el pizarrón. Uruguay repasará sus niveles de testosterona. Y el paraguayo Enrique Cáceres tiene algo de Jack el Destripador en sus genes.
PENA CON PENA…
Las dos respuestas de México con Hirving Lozano y Jesús Dueñas a la cancha, por Javier Aquino y el Tecatito Corona, lo dejan con más respuesta, pero más expuesto. El reacomodo de Miguel Layún se burocratiza.
Se generan un par de ocasiones: Chicharito las remata sin fortuna. Parece que Javier Hernández está llamado sólo para las emergencias.
Y al 73′, Andrés Guardado abre la puerta al empate uruguayo. Con una amarilla peligrosa a cuestas, arriesga con la coz y con la voz. La roja es inminente.
Enseguida, las emociones en el estadio van de la explosión a la implosión. El silencio absoluto escolta la euforia desenfrenada de los uruguayos, porque el servicio de Egidio, era apenas la mecha del detonante. El testarazo de Godpin, de fama europea y respeto mundial, seca a Talavera. 1-1 al 73′.
Uruguay se bebió fe de su historia en Copa América. La gloria nutre más que el discurso. Y lo demostró de inmediato. Cavani tomaba el bastón de mando. Y Talavera empezó a ver el lobo merodeando su zona.
Pitágoras revisaría su Teorema. Uruguay con diez suma más futbol que México con once. Uruguay recuperaba las pelotas más adelante. Acortaba la transición y de esa manera facilitaba colocar cuatro opciones en el área.
Medias desesperadas, Minuto 82. Chicharito recibe el premio a su desperdicio: Raúl Jiménez entra a la cancha. Osorio quiere un milagro como los que perpetúa en el Benfica o como aquel ante Panamá.
Pero en la agonía del juego, México rescata la huidiza victoria, de la mano del capitán del barco, como siempre, cuando zozobraba. Jiménez toma rebote y hace recorte por derecha, el rechace queda franco a Rafa Márquez. Su zapatazo es con la categoría de años de cicatrices y sabiduría. Al ángulo izquierda de Muslera quien reclama al silbante. Tal vez el exceso de velocidad del balón. 2-1 al 85′.
Jugadas en el área de México. El Síndrome Robben se pasea por las angustiosas y angustiadas cabezas mexicanas. Pero no hay ultraje.
Por el contrario, al 91, Héctor Herrera pelea, recupera, y acuna en la red de la inmortalidad el 3-1, ante la desesperación y angustia de Muslera, quien ve como el poste izquierdo, le da un empujoncito al destino del balón. 3-1. México se asoma a Cuartos de Final.