Hidalgo Sport. OEM. Foto: Irving Lozada.- Una bandera azul y blanca, con el escudo del Pachuca, ondea en la entrada de la casa. Es aquí, en la comunidad de Villa Margarita, dentro del municipio de Zempoala, que se empezó a forjar el sueño.
Entre esas calles de tierra y los lotes baldíos, hace unos veinte años, Heriberto Olvera era uno de tantos niños que corría detrás del balón hasta el anoche.
“Llegaba lleno de tierra y polvo; nada más había tiempo de bañarlo y cenar; y al día siguiente era lo mismo, futbol y futbol”, recuerda doña Andrea, su mamá.
De esos lodos salió el único hidalguense que hoy milita con los Tuzos en Primera División.
Debutó contra Monterrey, a los 24 años de edad y después de 11 de forjarse en el club, pero lo consiguió.
“Me siento privilegiado. Hay muy pocos jugadores que tienen la fortuna de debutar y jugar en el equipo donde nacen. Me ha tocado a mí en Hidalgo y siento muy contento de vivir eso”, suelta el defensa sin ocultar la emoción.
LARGO CAMINO
Donde todo comenzó, en la casa de sus padres, Heriberto y su familia abren las puertas a El Sol de Hidalgo.
Aquí se agolpan los recuerdos. Aquellas veces que Juan Cruz, presidente de la asociación de futbol, casi lo sacaba de su hogar para ir a jugar.
Aquí su madre le colmó de bendiciones antes de vivir solo en la Bella Airosa. También cuando se fue a Tampico, a Tulancingo, a Guamuchil, a Tlaxcala…
“Fueron muchas reuniones familiares, muchos cumpleaños, días del padre o de la madre los que no estuvo con nosotros pero hoy podemos decir que su esfuerzo se ha visto recompensado”, relata su mamá.
ILUSIÓN TUZA
Después de salir campeón de Segunda División con Tlaxcala, el Pachuca le cumplió su promesa: darle una oportunidad. Y Enrique Meza lo respaldó. El torneo anterior apareció en la Copa MX, con una buena labor por izquierda.
Se ganó la confianza y ese instante tan anhelado de entrar al Estadio Hidalgo con la casaca tuza, como titular.
José Antonio, su papá, se sincera. “No se puede contener el llanto. Verlo entrar a la cancha fue muy bonito porque se cumplía una ilusión de él y de toda la familia”.
El marcador final no era el deseado, sin embargo, Olvera nunca va a olvidar esa noche del 26 de julio.
“Es algo que sueñas, que visualizas, algunos jugadores no tienen esa oportunidad y a mí me llegó. Trabajé mucho para este momento, me sentía bien y traté de disfrutarlo. Quedé satisfecho con lo que hice pero no con el resultado”.
AMOR A LA CAMISETA
Desde la grada, como ahora, sus padres, sus hermanos Alejandro y Fabián, su novia, Ivonne García, compartieron esa alegría y el deseo de seguirse haciendo de un lugar en el Pachuca.
“Todos los días entreno de la misma forma para que el ‘profe’ me siga teniendo confianza; me ha dicho que siga jugando con la misma seguridad y eso es muy importante para mi y otros muchachos de fuerzas básicas que tratamos de responder al técnico y a la directiva”, apunta Heriberto, un tuzo desde la cuna. Y esa bandera movida por el viento lo confirma.